De acuerdo a la información que proporcionan diferentes medios de comunicación, han sido innumerables los accidentes en los que participan los autobuses de la empresa Autotransportes -Tlaxcala – Apizaco – Huamantla (ATHA), afectando gravemente a cientos de personas. En esos siniestros se han perdido muchas vidas de manera trágica como consecuencia de la irresponsabilidad de choferes y directivos de dicha línea de transporte. El caso más reciente se dio el pasado sábado, día en el que murieron tres personas y varias más resultaron heridas. Los hechos ocurrieron en la carretera Apizaco – Tlaxco, siendo presuntamente responsable el conductor de un autobús de ATHA al invadir el carril contrario de circulación y embestir de frente a dos automóviles. Como siempre, el responsable se dio a la fuga, dejando una estela de luto y dolor.
Hace algunos días, en el interior de la terminal de Apizaco, un joven padre de familia murio al ser materialmente prensado contra la pared por un autobús que se encontraba haciendo maniobras. También en este caso el conductor escapó, gracias a la complicidad de la empresa que los instruye para que, siempre que se vean involucrados en un accidente, desaparezcan de la escena del mismo. A todos estos eventos hay que agregar aquella tragedia ocurrida el 16 de noviembre del 2008, cuando un autobús de ATAH procedente del puerto de Acapulco que transportaba un grupo de jóvenes deportistas tlaxcaltecas volcó como consecuencia del exceso de velocidad con que era conducido. El resultado de este accidente -ocurrido cerca de Atlixco, Puebla- fue de dos muertos y cuarenta y cinco heridos, muchos de ellos de gravedad, al punto de requerir cirugías reconstructivas, prótesis, etc. Todas estas personas sufrirán, tanto en el aspecto físico como en el emocional, un daño de por vida del que difícilmente podrán recuperarse.
No obstante la magnitud de los perjuicios ocasionados, hasta la fecha ATAH ha logrado evadir su responsabilidad, pese a la gran cantidad de denuncias que existen en su contra. Tamaña impunidad seguramente es resultado del apoyo que ofrecen a los diversos partidos políticos y candidatos cada vez que hay campañas electorales para el acarreo de la gente a sus diversos actos de proselitismo. Los testimonios que se conocen de quienes han tenido la desgracia de ser afectados por esta empresa coinciden en que la actitud que asumen los directivos y abogados que la representan es ponerle un precio irrisorio a la vida humana. Y ante la inconformidad, la respuesta invariable es “HAGANLE COMO QUIERAN”. Las reclamaciones generalmente terminan con la renuncia de los afectados a sus legítimos derechos, obligados a conformarse con la limosna que les dan como pago al daño ocasionado.
En Apizaco, el problema va más allá en virtud de que, al estar ubicada la terminal de autobuses en pleno centro de la ciudad, resulta verdaderamente molesto, desquiciante y peligroso convivir con el paso de gran cantidad de unidades que entran y salen a todas horas, complicando el tráfico de la zona y amenazando la integridad física de los transeúntes. ¿Acaso después de tantos años de ser la única empresa que brinda este servicio en Tlaxcala y, por lo tanto, de haberse enriquecido a través de la explotación de esa monopólica concesión del estado, no debieran pensar en reubicar la actual e inoperante antigua terminal? Solo basta ver las condiciones de deterioro en que se encuentra la calle Francisco Sarabia, entre Cuauhtémoc y Xicoténcatl, que es precisamente la vía que sirve como acceso a sus instalaciones.
Y no hablemos de los problemas que ocasionan al estacionar sus unidades en la vía pública, pues es ampliamente conocido el grave problema que enfrentamos en Apizaco con un transporte público que, sin ninguna consideración hacia la gente ni limitación por parte de la autoridad, se ha apoderado de diversas calles de la ciudad para ocuparlas como sus terminales. Este tema habremos de abordarlo en una próxima entrega.
Hace algunos días, en el interior de la terminal de Apizaco, un joven padre de familia murio al ser materialmente prensado contra la pared por un autobús que se encontraba haciendo maniobras. También en este caso el conductor escapó, gracias a la complicidad de la empresa que los instruye para que, siempre que se vean involucrados en un accidente, desaparezcan de la escena del mismo. A todos estos eventos hay que agregar aquella tragedia ocurrida el 16 de noviembre del 2008, cuando un autobús de ATAH procedente del puerto de Acapulco que transportaba un grupo de jóvenes deportistas tlaxcaltecas volcó como consecuencia del exceso de velocidad con que era conducido. El resultado de este accidente -ocurrido cerca de Atlixco, Puebla- fue de dos muertos y cuarenta y cinco heridos, muchos de ellos de gravedad, al punto de requerir cirugías reconstructivas, prótesis, etc. Todas estas personas sufrirán, tanto en el aspecto físico como en el emocional, un daño de por vida del que difícilmente podrán recuperarse.
No obstante la magnitud de los perjuicios ocasionados, hasta la fecha ATAH ha logrado evadir su responsabilidad, pese a la gran cantidad de denuncias que existen en su contra. Tamaña impunidad seguramente es resultado del apoyo que ofrecen a los diversos partidos políticos y candidatos cada vez que hay campañas electorales para el acarreo de la gente a sus diversos actos de proselitismo. Los testimonios que se conocen de quienes han tenido la desgracia de ser afectados por esta empresa coinciden en que la actitud que asumen los directivos y abogados que la representan es ponerle un precio irrisorio a la vida humana. Y ante la inconformidad, la respuesta invariable es “HAGANLE COMO QUIERAN”. Las reclamaciones generalmente terminan con la renuncia de los afectados a sus legítimos derechos, obligados a conformarse con la limosna que les dan como pago al daño ocasionado.
En Apizaco, el problema va más allá en virtud de que, al estar ubicada la terminal de autobuses en pleno centro de la ciudad, resulta verdaderamente molesto, desquiciante y peligroso convivir con el paso de gran cantidad de unidades que entran y salen a todas horas, complicando el tráfico de la zona y amenazando la integridad física de los transeúntes. ¿Acaso después de tantos años de ser la única empresa que brinda este servicio en Tlaxcala y, por lo tanto, de haberse enriquecido a través de la explotación de esa monopólica concesión del estado, no debieran pensar en reubicar la actual e inoperante antigua terminal? Solo basta ver las condiciones de deterioro en que se encuentra la calle Francisco Sarabia, entre Cuauhtémoc y Xicoténcatl, que es precisamente la vía que sirve como acceso a sus instalaciones.
Y no hablemos de los problemas que ocasionan al estacionar sus unidades en la vía pública, pues es ampliamente conocido el grave problema que enfrentamos en Apizaco con un transporte público que, sin ninguna consideración hacia la gente ni limitación por parte de la autoridad, se ha apoderado de diversas calles de la ciudad para ocuparlas como sus terminales. Este tema habremos de abordarlo en una próxima entrega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario debe ser objetivo, emite una opinión crítica pero sin ofender. Evítanos eliminar tu comentario o poner restricciones. Haz uso de tu libre expresión con responsabilidad.