De norte a sur, la ciudad se cubrió de tierra y aserrín coloreado que entretejieron las alfombras naturales del camino de la fe.
Fue "La Noche que Nadie Duerme", una celebración de colorido, magia y aroma a flores recién cortadas que tapizaron más de seis kilómetros para la procesión de la Virgen de la Caridad, que salió esta madrugada de su templo para recorrer por única vez en el año, las calles de su pueblo fiel, que una vez más se esmeró en ofrecer un espectáculo único y mágico.
Como muestra de agradecimiento, pusieron a los pies de su santa patrona la cosecha de la tierra, flores y frutos de los campos locales que formaron bellas estampas que, con la inigualable imaginación de los artistas innatos, extasiaron la mirada de las decenas de miles de personas que estuvieron en el transcurrir nocturno del 14 al 15 de agosto.
Fue la renovación de su fervor, misma que comparten con familiares y amigos. Una expresión religiosa en la que por una noche fomenta valores universales como la paz, unión, convivencia, amistad, solidaridad, respeto, lealtad, colaboración, comunicación y gratitud.
La mística celebración, que es orgullo de México, también es arte, sabiduría, devoción y solemnidad que vence barreras geográficas, idiomáticas e ideológicas; y su trascendencia radica tanto en el aspecto artístico como en su profundo sentido de espiritualidad y constituye una de las manifestaciones culturales de mayor arraigo dentro de las artes efímeras.
Diversos factores hacen que esta expresión sea distinta y especial en Huamantla, a diferencia de todas las ciudades y pueblos donde se ha replicado esta celebración, toda vez que los huamantlecos, por generaciones, han dado parte de su vida para preservarla como un patrimonio que heredarán a las nuevas generaciones.
Esta noche representa todo para los huamantlecos, sin embargo, atrás de la belleza de los tapices hubo meses de trabajo y esmero, de organización que perduró unas cuantas horas, hasta el paseo majestuoso de la sagrada imagen que fue acompañada por una multitud en el recorrido en el que hubo cantos, música, fuegos artificiales, luces de colores, faroles y una gran variedad de tapetes que retrataron el sentimiento de la gente que orgullosa muestra al mundo sus raíces.
Las campanas se unieron en un canto, hubo lágrimas, oraciones, imploración y un desmedido cariño que se manifestó de todas formas. Grupos de peregrinos a pie, en bicicletas montando a caballo, de rodillas llegaron hasta el altar desde el pasado viernes que comenzó a arribar el mayor número de fieles.
No importa el día. Tampoco si es laborable. Todos se reunieron esta noche. Las calles lucieron repletas. Fue una noche de fiesta, en la que las puertas de las casas estuvieron abiertas para todos. Una noche en que nadie duerme en Huamantla, porque esperan la visita de su santa patrona, aquella a la que le imploran caridad, aquella a la que le ofrecen el fruto de la tierra en un arte etéreo, fugaz.
Fue "La Noche que Nadie Duerme", una celebración de colorido, magia y aroma a flores recién cortadas que tapizaron más de seis kilómetros para la procesión de la Virgen de la Caridad, que salió esta madrugada de su templo para recorrer por única vez en el año, las calles de su pueblo fiel, que una vez más se esmeró en ofrecer un espectáculo único y mágico.
Como muestra de agradecimiento, pusieron a los pies de su santa patrona la cosecha de la tierra, flores y frutos de los campos locales que formaron bellas estampas que, con la inigualable imaginación de los artistas innatos, extasiaron la mirada de las decenas de miles de personas que estuvieron en el transcurrir nocturno del 14 al 15 de agosto.
Fue la renovación de su fervor, misma que comparten con familiares y amigos. Una expresión religiosa en la que por una noche fomenta valores universales como la paz, unión, convivencia, amistad, solidaridad, respeto, lealtad, colaboración, comunicación y gratitud.
La mística celebración, que es orgullo de México, también es arte, sabiduría, devoción y solemnidad que vence barreras geográficas, idiomáticas e ideológicas; y su trascendencia radica tanto en el aspecto artístico como en su profundo sentido de espiritualidad y constituye una de las manifestaciones culturales de mayor arraigo dentro de las artes efímeras.
Diversos factores hacen que esta expresión sea distinta y especial en Huamantla, a diferencia de todas las ciudades y pueblos donde se ha replicado esta celebración, toda vez que los huamantlecos, por generaciones, han dado parte de su vida para preservarla como un patrimonio que heredarán a las nuevas generaciones.
Esta noche representa todo para los huamantlecos, sin embargo, atrás de la belleza de los tapices hubo meses de trabajo y esmero, de organización que perduró unas cuantas horas, hasta el paseo majestuoso de la sagrada imagen que fue acompañada por una multitud en el recorrido en el que hubo cantos, música, fuegos artificiales, luces de colores, faroles y una gran variedad de tapetes que retrataron el sentimiento de la gente que orgullosa muestra al mundo sus raíces.
Las campanas se unieron en un canto, hubo lágrimas, oraciones, imploración y un desmedido cariño que se manifestó de todas formas. Grupos de peregrinos a pie, en bicicletas montando a caballo, de rodillas llegaron hasta el altar desde el pasado viernes que comenzó a arribar el mayor número de fieles.
No importa el día. Tampoco si es laborable. Todos se reunieron esta noche. Las calles lucieron repletas. Fue una noche de fiesta, en la que las puertas de las casas estuvieron abiertas para todos. Una noche en que nadie duerme en Huamantla, porque esperan la visita de su santa patrona, aquella a la que le imploran caridad, aquella a la que le ofrecen el fruto de la tierra en un arte etéreo, fugaz.
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