Arturo, César, Eduardo y Kevin fueron arrancados de los brazos de sus madres a los tres meses de nacidos. Los cuatro pasaron los primeros cuatro años de vida secuestrados por su abuela paterna, Severiana Zompantzi Rojas, mientras sus mamás eran explotadas sexualmente en Nueva York y Miami.
La historia empieza con los “dones de conquistadores” que los tres hijos varones de Severiana, Jorge, Jaime y Fausto, aprendieron de su tío Pedro Zompantzi, allá en Tenancingo, Tlaxcala, “tierra de lenones”, como orgullosamente la llaman algunos de sus habitantes.
Por instrucciones de su madre, los tres de 28, 26 y 22 años ubicaron a sus víctimas, tomando en cuenta las recomendaciones de su “tutor”, las enamoraron, les propusieron matrimonio, pero las convencieron de que era tal su amor que no podían esperar para vivir con ellas.
Floriberta, Victoria, Julia y Sandra, originarias de pueblos cercanos a Tenancingo creyeron en las promesas de amor y terminaron viviendo en la casa de Severiana, a quien en el pueblo llaman Doña Gloria.
El tío Pedro se fue de avanzada a Nueva York. Se llevó a una joven y allá la obligó a prostituirse. Le habló a su hermana de lo “bien” que le iba en su negocio y Severiana, junto con sus hijos, fraguaron su propia red de explotación sexual.
Los tres se llevaron a sus mujeres. Las convencieron de dejar a sus hijos al cuidado de su madre y las pasaron con un “coyote” a EU. Julia relata que Fausto, su pareja, le explicó que iban a estar allá unos dos “añitos” para juntar dinero y poder darle una mejor vida al niño. Los argumentos que Jorge le dijo a Victoria y Jaime a Floriberta fueron muy similares. A Sandra la conquistó Jorge unos meses después en un viaje que hizo a México, a ella la puso a trabajar en el sexoservicio en Puebla, Tlaxcala y en el DF.
Ellas pensaban que iban a lavar trastes o limpiar casas pero la mujer del tío Pedro las desengañó. Se sentía maestra en el sexoservicio y les enseñó a tratar a los clientes.
Las tres intentaron negarse pero la trampa ya estaba puesta. Los hermanos Zompantzi les dijeron que tenían que pagar por el viaje y que era la forma más rápida de hacerlo o tardarían años en saldar esa deuda y regresar con los niños.
El amor se transformó en maltrato, en abusos, en exigencia de más dinero. Todo el dinero que juntaban se lo tenían que entregar a sus parejas, centavo que ellas se quedaran se convertía en golpes e insultos. El frío, la menstruación, o el cansancio nunca fueron motivo para que dejaran de trabajar.
Cuando el dinero que ganaban en Nueva York les pareció poco a los hermanos Zompantzi, las trasladaron a Miami. Ahí las metieron en una red que ya tenía años de operar y donde la presencia de ellos no era necesaria. Los tratantes de Miami ya tenían organizada la forma de explotarlas y evadir la ley. Las tres tenían que enviar por 2 mil dólares semanales a la cuenta de Doña Gloria “para el cuidado y la atención de los niños”, les decían.
Un día la historia de ellas cambió. Julia fue detenida en una redada por elementos de la Agencia de Aduanas e Inmigración de EU (ICE, por sus siglas en inglés), a quienes les confesó que era ilegal y que su pareja la obligaba a prostituirse.
Protegidas por una ley humanitaria que les permite quedarse en el país, las tres denunciaron a la red que comandaba Severiana Zompantzi junto con sus tres hijos.
El dolor por la separación de sus hijos terminó en octubre cuando agentes de la SIEDO les entregaron a sus niños en Miami. Ese día, les informaron que los Zompantzi estaban encarcelados por trata de personas, delincuencia organizada y tráfico de indocumentados, y en espera de que les dicten sentencia.
La historia empieza con los “dones de conquistadores” que los tres hijos varones de Severiana, Jorge, Jaime y Fausto, aprendieron de su tío Pedro Zompantzi, allá en Tenancingo, Tlaxcala, “tierra de lenones”, como orgullosamente la llaman algunos de sus habitantes.
Por instrucciones de su madre, los tres de 28, 26 y 22 años ubicaron a sus víctimas, tomando en cuenta las recomendaciones de su “tutor”, las enamoraron, les propusieron matrimonio, pero las convencieron de que era tal su amor que no podían esperar para vivir con ellas.
Floriberta, Victoria, Julia y Sandra, originarias de pueblos cercanos a Tenancingo creyeron en las promesas de amor y terminaron viviendo en la casa de Severiana, a quien en el pueblo llaman Doña Gloria.
El tío Pedro se fue de avanzada a Nueva York. Se llevó a una joven y allá la obligó a prostituirse. Le habló a su hermana de lo “bien” que le iba en su negocio y Severiana, junto con sus hijos, fraguaron su propia red de explotación sexual.
Los tres se llevaron a sus mujeres. Las convencieron de dejar a sus hijos al cuidado de su madre y las pasaron con un “coyote” a EU. Julia relata que Fausto, su pareja, le explicó que iban a estar allá unos dos “añitos” para juntar dinero y poder darle una mejor vida al niño. Los argumentos que Jorge le dijo a Victoria y Jaime a Floriberta fueron muy similares. A Sandra la conquistó Jorge unos meses después en un viaje que hizo a México, a ella la puso a trabajar en el sexoservicio en Puebla, Tlaxcala y en el DF.
Ellas pensaban que iban a lavar trastes o limpiar casas pero la mujer del tío Pedro las desengañó. Se sentía maestra en el sexoservicio y les enseñó a tratar a los clientes.
Las tres intentaron negarse pero la trampa ya estaba puesta. Los hermanos Zompantzi les dijeron que tenían que pagar por el viaje y que era la forma más rápida de hacerlo o tardarían años en saldar esa deuda y regresar con los niños.
El amor se transformó en maltrato, en abusos, en exigencia de más dinero. Todo el dinero que juntaban se lo tenían que entregar a sus parejas, centavo que ellas se quedaran se convertía en golpes e insultos. El frío, la menstruación, o el cansancio nunca fueron motivo para que dejaran de trabajar.
Cuando el dinero que ganaban en Nueva York les pareció poco a los hermanos Zompantzi, las trasladaron a Miami. Ahí las metieron en una red que ya tenía años de operar y donde la presencia de ellos no era necesaria. Los tratantes de Miami ya tenían organizada la forma de explotarlas y evadir la ley. Las tres tenían que enviar por 2 mil dólares semanales a la cuenta de Doña Gloria “para el cuidado y la atención de los niños”, les decían.
Un día la historia de ellas cambió. Julia fue detenida en una redada por elementos de la Agencia de Aduanas e Inmigración de EU (ICE, por sus siglas en inglés), a quienes les confesó que era ilegal y que su pareja la obligaba a prostituirse.
Protegidas por una ley humanitaria que les permite quedarse en el país, las tres denunciaron a la red que comandaba Severiana Zompantzi junto con sus tres hijos.
El dolor por la separación de sus hijos terminó en octubre cuando agentes de la SIEDO les entregaron a sus niños en Miami. Ese día, les informaron que los Zompantzi estaban encarcelados por trata de personas, delincuencia organizada y tráfico de indocumentados, y en espera de que les dicten sentencia.
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